Forge of Empires

Valoración

3.68

Votos
1653
Editor
Innogames
Fecha de lanzamiento
12 de abril de 2012

Sobre el juego

Forge of Empires es lo que pasa cuando un simulador de ciudades se enrolla con una máquina del tiempo. Empiezas en la Edad de Piedra, apilando chozas y entrenando lanceros, y antes de que te des cuenta, ya estás asfaltando calles en la Era Moderna. Es un MMO de estrategia free-to-play en el que tu misión es hacer crecer una ciudad a lo largo de las épocas construyendo edificios, desbloqueando tecnologías y peleando en un tablero de hexágonos. El ciclo es sencillo: construye cosas, recoge recursos, conquista territorios y vuelta a empezar... solo que cada vez con sombreros más elegantes.

Análisis

Forge of Empires: Crítica – De cabañas de barro a rascacielos interestelares, ¿hasta dónde vas a grindear?

¿Te imaginas que SimCity y Civilization se van de copas y de ahí surge un hijo adicto a las mejoras gratuitas y los combates por hexágonos? Pues eso es Forge of Empires. Arrancas en plan troglodita, con unas pocas chozas y recolectando monedas y suministros cada pocos minutos. Vas investigando tecnologías que desbloquean edificios y empujan tu ciudad a la siguiente era: Bronce, Hierro, Colonial... Vamos, que cada época te reinventa el árbol de tecnologías, el ejército y ese Tetris urbano que es el espacio.


Bienvenido a la Edad de Piedra: Tus primeros clics

Día uno. Tengo delante un prado algo triste con dos tiendas y una hoguera que parece encargada al becario. ¡Pura Edad de Piedra! Mi misión es convertir este camping de la prehistoria en un imperio. Fácil, ¿no?

El tutorial te da el menú de construcción y un empujón mínimo: "Construye una cabaña". La planto. Ni un minuto. Bien. Pero adivina: me fulmina la única población libre. Así que me quedo sin trabajadores, sin edificios, sin nada. Solo una choza y mi dignidad en negativo.

Ese es el rollo aquí. Llegas al límite, lo intentas arreglar, otro muro. Construyes rápido y tu economía se ahoga. Te lo tomas con calma, y tu vecino ya está en Age of Iron bebiendo rioja. Todo cuesta algo: monedas, suministros, espacio, dignidad.


Puntos Forge, diamantes y el eterno esperar

Aquí todo gira en torno a los puntos forge. Uno a la hora. Se te van en investigar tecnos, mejorar edificios o hacer tratos. Son el néctar del juego, pero te los dosifican como si fueran trufas blancas.

Al principio ni tan mal: entras, gastas unos puntos, mejoras algo, igual ganas una escaramuza, y fuera. Pero pronto los huecos entre acciones se agrandan. ¿Quieres trabajo de bronce? Dieciséis puntos. ¿No tienes? Vuelve luego. Mucho luego.

¿Diamantes? Obvio que los hay. Al inicio te regalan algunos: terminas una misión, toma 50. Qué majos. Pero luego el edificio molón: 250. ¿Acelerar tecnología? 1.000. Ese primer guiño es solo un teaser. De manual.

Yo resistí. Te lo juro. Pero me pusieron delante la Edad de Hierro como bufé libre a las tres de la mañana y sucumbí. Cinco pavos. Por la ciencia. Nada de lo que presumir.


Combate 101: Hexágonos, lanceros y hostias aprendidas

Vamos con el fregao. Otros juegos de estos: "auto-resuelve y a dormir". Aquí no. Aquí al lío: hexágonos de verdad, turnos, mover tropas como un wargame de mesa.

Mi primer combate: dos lanceros llenos de esperanza contra unos salvajes con mala leche. Me muevo, fallo, pincho. Básico, pero sorprendentemente adictivo. Luego vas pillando el truco: arqueros que disparan lejos, caballería que flanquea, catapultas que explotan si las miras mal.

La cosa tiene miga, si tienes ganas. El auto-combate te ahorra tiempo, pero el manual es más jugoso. ¿El drama? Que las tropas cuestan tiempo entrenarlas. Si las pierdes, a esperar. Así que acabé siendo selectivo: solo guerras que tenía ganadas... o eso creía.

El juego premia al listillo. Pero tiene alergia al fallo. Un paso en falso y te pasas el día reconstruyendo. Yo he borrado carreteras del pánico.


Entrar en un gremio: secta y matemáticas avanzadas

A la sexta hora desbloqueo los gremios. Yo pensando en co-op relajado y me topo con la logia del Excel: tablas, cronómetros, tutoriales como de foro del 97. Y sorprendentemente... te salvan la vida.

El gremio cambia las reglas. Ya no solo construyes: inviertes. Metes puntos forge en los Grandes Edificios de otros, y si lo haces bien, acabas ganando. El edificio fetiche: El Arca (The Arc). Un multiplicador de puntos por ayudar, o eso dicen.

¿La trampa? Necesitas materiales de la Era del Futuro para construirlo. Y yo ahí, aún cociendo agua en vasijas. Así que, a lo Pepe el del mercadillo: tradeé todo, mandé mensajes a gente que ni conocía, cerré tratos sin saber la mitad. Pero lo logré.

Y sí: con El Arca, la cosa despega. Puntos forge a chorro. Todo empieza a tener sentido. El gremio que era poco menos que una secta con hojas de cálculo... terminó siendo mi gente. Hay todo un economía oculta ahí debajo. No sé ni cómo, pero funciona.


Quests a patadas y poco tiempo para respirar

Para que no te escapes, Forge te bombardea a eventos tipo: carnaval de verano, concurso de tartas de otoño, liga de fútbol... Todo con edificios que seguro que necesitas.

Suena bien. Lo es. Pero es un no parar.

Te incitan a entrar cada dos por tres: haz unas misiones, da unos clics, mejora algo. Y otra vez a las dos horas. Algunas son de niño: recolecta monedas, pelea, haz clic en una gallina. Otras... surrealistas: "Gasta exactamente 47 puntos forge, construye tres herreros y acaricia el perro del vecino". Casi.

Me pillé entrando entre curro y curro, solo para no romper la racha. Se me fue de las manos. Y ahí entendí que Forge no es solo construir imperios. Es construir rutinas. Como si fuera una agenda de fantasía con espadas.


De chabolas a templos del futuro (y el agobio entre medias)

Con el paso de los días, mi ciudad era un collage loco: tejados de paja junto a carreteras de ladrillo, templos con rayos láser futuristas y una estatua de cabra en el epicentro. Funcionaba... mal que bien.

Fui pillando los ciclos, programando puntos, con el plan de investigación ahí a fuego. Me sentía táctico de manual.

Y entonces miro la clasificación.

Resulta que hay peña con ciudades del tamaño de Móstoles. Todo al tope, tecnología espacial, Arc al nivel Dios, y el mío parecía la caseta del perro. Ego destruido.

¿La lié? ¿Debí construir otras cosas primero? ¿Farmear más puntos? ¿Echar otros cinco euros?

Que no, hombre. Iba bien. Pero Forge no quiere que te sientas "bien". Quiere que persigas, que siempre te falte un empujón. Es astuto... y un poco tóxico. Pero oye, te tiene enganchado.

Haz clic aquí para jugar Forge of Empires