Game of Thrones: Winter is Coming

Valoración

5

Votos
1611
Fecha de lanzamiento
15 de marzo de 2019

Sobre el juego

Ponte en la piel de un señor de Poniente donde cada decisión puede hacerte rico o mandarte directo al muro. Construye tu castillo, cría dragones y maquilla alianzas en un juego de estrategia que es como jugar al ajedrez, pero con fuego valyrio y ballestas de por medio.

Análisis

Game of Thrones: Winter is Coming – Opinión: Política, poder y un dragón con muy mal despertar

Aquí no te limitas a jugar como un noble de Poniente. Es que te conviertes en uno. Un minuto estás mejorando granjas y acariciando un huevo de dragón; al siguiente, te metes de lleno en un asedio mientras tu alianza grita en el chat porque alguien, cómo no, se olvidó de coordinar horarios. Game of Thrones: Winter is Coming te lanza de cabeza al caos de tronos, mezclando construcción de bases, colección de personajes y PvP a gran escala, todo aderezado con el toque polvoriento y mortal de la serie de HBO. ¿Quieres saber si esto es todo capa y nada de daga? Vamos al lío.


De cabaña a dinastía: el arranque del imperio

Cuando empecé, me dieron un castillito diminuto, un trozo de barro y un tipo llamado Chris, muy majete él, que parecía no hablar de otra cosa que no fueran los barracones. Ni sabía dónde estaban los menús. El mapa mundial era gigantesco. Mi castillo... menos. Primera misión: construye una granja. Venga, granja lista. Luego un aserradero. Después una mina. De repente, era una economía unipersonal.

Durante la primera horita o así, te recuerda al primo pequeño de Civilization. Vas colocando edificios, recolectando recursos y poco a poco desbloqueas tu propio Poniente privado. ¿Las animaciones? Guapas. ¿La música? Nivel HBO, con épica de sobra. Hasta las cinemáticas tienen su punto. Mi lema de casa, si alguien preguntaba, era: "Por favor, no me ataquéis, que aún estoy mejorando cosas". Nobleza pura.


Tu consejo de guerra: comandantes y bonificaciones

En cuanto pillas ritmo, empiezan a asomar caras conocidas por la puerta. Aparece Sansa con ganas de bronca. Llega Tyrion repartiendo sus bufos políticos como si fuera el brunch del domingo. ¿Jon Nieve? Ya con la espada desenvainada, como si la octava temporada fuera ayer.

Estos comandantes no están solo de adorno. De verdad aportan ventajas al campo de batalla. Y sí, acabarás acumulando equipamiento, fichas y horas de entrenamiento como buen coleccionista medieval. Algunos héroes se esconden tras muros de pago o "eventos limitados", sea lo que sea eso, pero al principio te montas tu escuadra sin problema.

Mi trío estrella: Tyrion para animar el cotarro, Jon para repartir cera y Sansa como muro móvil. Tras subirles de nivel, menudos cracks. Por supuesto, les puse apodos: Tyrion era "El Listo", Sansa "Hierro Puro" y Jon... bueno, simplemente "Nieve". La creatividad ese día no me acompañaba.


Baile de espadas: tropas, marchas y pifias tácticas

Las batallas se libran en el mapa principal en tiempo real. Eliges objetivo, comandante y envías tus tropas marchando con mucho ímpetu. Infantería en fila, caballería al galope y arqueros arrastrando el arco como niños enfadados.

Al principio, los enemigos caen fácil. Campamentos rebeldes, poca resistencia. Pero cuando se termina tu burbuja de protección... Ay, majo. Un día un nivel 45 me barrió el castillo como si nada. Mis tropas desaparecieron. Yo solo miraba cómo llegaban flechas rojas como si hubiese incumplido alguna ley de la comunidad de vecinos medieval. Sudores fríos.

Tocó replantear la estrategia. Mejoré lanceros, construí máquinas de asedio, probé formaciones... Hasta que pillé la lógica: caballería vence a arqueros, lanceros se merienda la caballería, y los arqueros... están rotos si les mimas un poco.


Más que un castillo: investigación, mejoras y tareas de reino

Cuando se pasa la fase tutorial, el juego se abre. Ramas de investigación, herrero, mercado, talleres de asedio... Lo que quieras. Puedes convertir tu fortaleza en un pequeño reino de eficiencia (y sufrimiento ajeno).

Todo lleva tiempo. Y recursos. Muchos. Las primeras mejoras se hacen en minutos; las gordas, mejor que te prepares un bocata. Salvo que tengas aceleradores... o la VISA calentita.

Me pillé planificando colas de construcción antes de dormir. Palabrita. Chris salía todo chulo avisándome de mis temporizadores. Empecé a poner alarmas como un adulto responsable... de talleres y obreros imaginarios. Una locura.


Fluffy entra en escena: cría y entrenamiento de dragones

Antes o después, te cae un huevo. No uno cualquiera, ¡un huevo de dragón! Le das de comer, le acaricias, trasteas habilidades... y después de mimarlo sale de él tu propio apocalipsis medieval con dientes.

El mío se llamaba Fluffy. Su primera barbacoa fue en un campamento rebelde de nivel 10. Casi lloro de la emoción. Luego se desplomó y se tiró dieciséis horas dormido, como si hubiera cerrado garitos. Muy identificable.

Los dragones no son una mascota. Espían, pelean y los mejoras a tu gusto. ¿Quieres aliento de hielo? Adelante. Fluffy era de fuego, como mandan los cánones.


Únete o perece: alianzas, dramas y noches sin dormir

Al cabo de unos días en solitario, espabilé y entré en una alianza: "Dominio de la Nieve". Ir por libre está bien... hasta que te borran del mapa. Las alianzas son apoyo, recursos y una pizca de caos.

¿Mi primer asalto conjunto? Un desastre épico. Uno atacó antes de tiempo. Otro se olvidó las máquinas de asedio. Y aun así, no me preguntes cómo, ganamos. Milagros de Poniente.

Cuanto más juegas, más parece un combo de chat de colegas y sala de guerra. Gente contabilizando el enfriamiento de Fluffy como quien repasa marcadores de fútbol. Construimos fortalezas, cruzamos memes absurdos y hasta montamos un asedio de madrugada clavado. Más acogedor de lo que esperaba, la verdad.


Rutina diaria: ese bucle raro que no aburre

Este juego tiene su rutina. Pero mola. Te levantas, recoges recursos, mejoras algo, participas en un evento. Lo olvidas, luego te acuerdas, te conectas mientras te haces la cena y... ¡progreso!

No llega a ser tarea pesada. Más bien una lista de encargos que te va ganando. No jugaba porque "tocaba", sino por ver qué hacía Fluffy. Y oye, los premios por iniciar sesión son adictivos.


Pantalla grande imprescindible: menús, lag y vida moderna

Menús. Madre mía, menús. A veces te metes cinco clics solo para equipar unas botas. Otras veces, ni te enteras y todo va fluido. ¿PC? Perfecto. ¿Móvil? Se resiente un poco si hay pelea de alianzas. Sobre todo cuando Fluffy se pone intenso.

Puedes ajustar opciones para no volverte loco: limpias el chat, ordenas comandantes... Pero sinceramente, disfruta si tienes pantalla más grande que una tostada. Coordinar asedios desde el móvil me hacía desear un técnico de IT de Desembarco del Rey. O un móvil medianamente nuevo.


¿Se puede jugar sin pagar? Pues... sorprendentemente, sí

Sí, hay temporizadores. Sí, la tienda hace ojitos. Pero estuve semanas sin gastar un duro. Los eventos y planificar bien ayudan mucho.

Confieso que piqué con una skin para el dragón. Sin remordimientos. Fluffy iba guapísimo, con sus pinchos y todo.

Si tienes paciencia, puedes competir dignamente. La tienda es para atajos, no para sobrevivir. Solo no caigas en el "este paquete y ya paro". Está el peligro ahí.


Sorpresa: ¿El juego es... bueno?

En serio, me esperaba un anuncio glorificado de la serie. Y resulta que es un juego de estrategia profundo y bien parido, con más miga de lo que parece. Lo de los comandantes engancha. El mapa es precioso. ¿La música? Te pediría hasta capa, si la tuvieras.

No vas a reescribir la historia. Pero sí harás la tuya propia. Con hojas de cálculo, fuegos y mucho clic frenético cuando te asaltan a las dos de la mañana.


Mi reinado: 30 días de tronos y caos

Tiempo Qué pasó
Día 1 Construí mi castillo, conocí a Chris, sufrí con los tiempos de recursos
Día 3 Recluté a Jon, Sansa y Tyrion. Me uní a una alianza. Perdí mi primer asedio
Día 7 Crié a Fluffy, asalté fortalezas rebeldes, escalé en el ranking de poder
Día 14 Controlamos nuestro primer punto estratégico. Fluffy quemó una marcha enemiga
Día 30 Fui colíder de la alianza. Gestioné la guerra. Organicé calendario de asedios

Este juego es de cocción lenta, pero en el mejor sentido. Si te mola tramar, planificar y ponerle a tu dragón el nombre de tu gato, lo vas a disfrutar.

No vas a reescribir los libros. Pero sí conseguirás una historia para contar. Casi seguro acabará con traiciones, calendarios de asedios y un lagarto muy bien alimentado llamado Fluffy.

Haz clic aquí para jugar Game of Thrones: Winter is Coming