Análisis de Enlisted: Caos bélico WWII con escuadras, metralla y el punto justo de locura
La primera vez que probé Enlisted, lancé una granada a mi propia patrulla por accidente… y aun así me ascendieron. Esa es la clase de campo de batalla del que hablamos. No es el típico shooter nervioso. Es desastre, profundidad y un caos calculado que te mantiene alerta. Aquí llevas una escuadra entera y saltas de un soldado a otro como si pincharas temazos de guerra en una discoteca. Un momento eres francotirador en un campanario; al siguiente, cargas trincheras con un lanzallamas.
Si alguna vez has soñado con sentir el auténtico peso de la Segunda Guerra Mundial sin acabar atrapado en hojas de Excel, ojo, porque este te puede sorprender. Vamos al lío.
Las botas al barro: Mis primeros diez minutos de puro desconcierto
Me lancé a ciegas. Diez minutos iniciales de anarquía total. Ruido, estrés, y ni idea de qué estaba pasando. Aparezco con cinco soldados controlados por IA, me vuelan la cabeza al instante, y la pantalla salta al siguiente tipo como si tal cosa. Ya veía que esto iba a ser raro de narices.
No manejas solo a uno. Vas saltando entre soldados como si hicieses un speed dating en pleno bombardeo. Cuando uno cae, pasas al próximo. Sin tonterías. Sin tiempos muertos.
Me descolocó, pero cuanto más jugaba, más le pillaba el gusto.
Un minuto arrastras el culo por una trinchera. El siguiente arrasas enemigos con tu propio ametrallador. De pronto eres el francotirador viendo el show desde arriba. Eres tu propio plan B. Y funciona demasiado bien.
Enlisted te enseña a base de explosiones
Elegí Normandía y me soltaron en lo que parecía una aldea francesa arrasada, llena de cráteres, casas reventadas y una gallina con cara de haber firmado en el sitio equivocado. Objetivo: capturar una granja al borde del colapso. Equipo: fusil de cerrojo, una llave inglesa y cuatro compañeros IA persiguiéndose entre ellos alrededor de una valla.
Todo arranca sin avisar. Disparos de ametralladora desde Dios sabe dónde. Un tanque gruñendo de fondo. Humos por todas partes que parecen medusas cabreadas. Yo, en pánico, salto a una trinchera y clavo un tiro a lo lejos. Me sentí un poco héroe, para qué mentir.
Las armas aquí son pesadas. Apuntas despacio. Fallas mucho. Recargas aún más lento. En serio, acabé susurrando "por favor, da" antes de disparar cada bala.
Me mataron, cómo no. Varias veces. Pero mirar cómo jugaban los demás ayuda. Aprendí a asomar menos la cabeza. Poner puntos de reaparición. Aguantar algunos segundos extra. Es como aprender a montar en bici, pero con artillería cayendo a cada metro.
Cambiar de soldado en mitad del jaleo: el toque maestro
Aquí está la gracia de Enlisted. No mueres y reapareces como si nada. Cambias. ¿Han fundido a tu lanzallamas? Plaf, ahora eres el ingeniero. Levantas sacos de arena. Saltas otra vez y eres el que lleva la metra defendiendo la escalera.
Es caótico. Pero fluido. Y, lo admito, muy satisfactorio.
Nada de salas de espera. Pulsas un botón y ya tienes otros zapatos llenos de barro.
En mitad de una partida llamé a la artillería con el radio, metí a la escuadra tras un muro y vi cómo media Alemania desaparecía bajo los obuses. ¿El sonido? Me retumbó en los cascos. ¿La sensación? De matrícula.
Tanques, aviones y gloriosos fracasos
Los carros y los pájaros de metal van por libre. Te subes a un tanque y cruzas el pueblo como una tortuga cargada de dinamita. Los aviones… rápidos, explosivos y pegados con cinta americana y esperanzas.
¿Mi primera ruta en tanque? Me quedé encallado entre una zanja y un granero. Ni para atrás ni para adelante. Llega uno con una carga y adiós muy buenas. Vergonzoso.
¿Y volando? Peor. Ni recordaba acelerar. Me comí el suelo a lo grande. Eso sí, visualmente brutal.
Pero tras unas partidas, encajé un bombardeo de manual, reventé un punto de respawn y escuché a alguien celebrarlo por el chat. Eso sí da gustito. Los vehículos, aparte de lucir bien, pueden cambiar el ritmo de la partida… si sabes cómo. Si no, son ataúdes rodantes.
Desbloqueos, mejoras y el grindeo eterno
Cada campaña —Normandía, Berlín, Túnez, Stalingrado— tiene sus propios juguetes. No hay progreso entre ellas. Chafa, sí. Pero así no todo se siente igual.
Subes de nivel a escuadras, tuneas a tus soldados, puedes formarlos como médicos, artilleros, conductores, lo que pida el combate. El rollo se profundiza rápido. Te puedes tirar un buen rato retocando equipamiento como quien organiza sus muñecos de acción.
Y sí, el grindeo se nota. Sin premium, algunas cosas tardan lo suyo. Hay escuadras mejores, para qué engañar. Pero siempre avanzas, aunque sea a paso burro en vez de galopar.
Aun así, aquí manda el talento. Puedes partirle la cara a uno con todo doradito solo por ser más listo y más sigiloso.
Esos momentos de "¿EN SERIO ACABO DE HACER ESO?"
Aquí brilla el juego: te saca escenas dignas de peliculón, sin querer.
Una vez, aguanté un puente con mi escuadra toda la ronda: sacos de arena, cambios de soldado exprés y puro pánico. Otra, entré en soledad a un punto, fui rotando entre mis cuatro soldados, me cargué a toda una patrulla y salí a rastras con un cargador. Me sentí el director de mi propia peli de guerra. A lo bestia. A base de cafeína.
Y luego llegan las tonterías. Cruzar campos a pecho descubierto como un kamikaze. Un pepinazo y ZAS, ni te acuerdas. El último se agacha, pilla el arma de un compañero caído y remonta la ronda. Locura.
Jamás sabes qué esperar. Y eso es lo mejor.
Menús torpes, bots atontados y los tropiezos habituales
Obvio, no todo es oro.
Los menús… cuesta moverse por ellos. Editar escuadras requiere más clics de los que debería. Parece que el juego te esconde los botones a posta. Los tiempos de carga tampoco son para presumir.
¿El tutorial? De broma. Aprende tú mismo a poner puntos de rally, machote.
¿Y tus compañeros bots? Unas veces ayudan, otras los ves mirar a la pared durante medio minuto. Seguramente pensando en la merienda.
Además, se atasca un poco en las batallas potentes. Nada grave, pero se nota.
Con todo, cuando la partida fluye: rallys bien puestos, escuadras compenetradas, artillería en el momento justo… la sensación es brutal. Un caos casi controlado. Pero solo casi.
Sí, es gratis. Y no, no es Pay-to-Win
Enlisted es gratis. Y, ojo, no te bombardea con pop-ups cutres cada cinco minutos.
¿Se puede gastar dinero? Claro. Desbloqueos más rápidos. Skins guapas. Escuadras premium. Pero lo importante: el juego base te da todo sin aflojar un céntimo.
Si pagas, todo va más fluido. Avanzas antes. Accedes antes a lo jugoso. Pero la experiencia base es igual para todos.
Y sí, puedes plantar cara solo con el equipo básico. Lo he hecho. Ya verás dónde te lleva un fusil y un poco de astucia.
Veredicto final: Rugoso, a veces tosco… pero divertidísimo
Enlisted es bruto. Un poco chapucero en los bordes. Lleno de momentos descacharrantes.
¿Pero aburrido? Ni de broma. Es uno de los shooters más interesantes y diferentes de la escena.
Te lanza al jaleo y te deja buscarte la vida. Hay días que lo consigues. Otros, te prendes fuego tú solito. Pero el bostezo aquí no existe.
¿No te gusta lo imperfecto? Saldrás huyendo. ¿Te van las experiencias sucias, las sorpresas y gritar "¿CÓMO HE SOBREVIVIDO A ESO?" a las dos de la mañana? Entonces dale una oportunidad.
Eso sí. Por tu escuadra —pon un punto de rally, hombre. Se lo merecen.