Análisis de Sea of Conquest: Piratas, Botín y Cañonazos a Tutiplén
Me ganaron en cuanto leí "taberna flotante." Sea of Conquest te tira de cabeza a un mundo pirata lleno de ruido, caos, asaltos, niebla y más mejoras de barco de las que Barbanegra podría soportar sin romper a llorar. Olvídate del típico gacha machacón. Aquí hay monstruos marinos, contrabandistas y emboscadas de otros jugadores que no saben lo que es la piedad. Te cuento cómo se vive esto desde dentro.
Primera travesía: Tu barco, tus desastres
Nada más cargar el juego, supe que ya estaba enganchado. Sea of Conquest no se corta con el ambiente: muelles desvencijados, música de telenovela pirata, un loro maleducado dando por saco. No terminé ni de decir "¡al abordaje!" antes de estar montando un barco con madera robada, mejorando camarotes que parecían un trastero y conociendo a una pirata que tenía más pinta de vendedora de champús en la teletienda que de capitana.
Te dan un barco, dos tripulantes que se ven bastante nerviosos y una brújula brillante que básicamente te grita "¡haz clic ya, hombre!" Así que le di. Niebla por todas partes. Puertos hostiles. Un vendedor turbio ofreciendo pólvora al por mayor. Empezamos fuerte.
Diez minutos después ya había explorado, peleado, reclutado gente y acabado hablando con una capitana con halcón en el brazo y menos paciencia que yo en hora punta.
Recluta personajes locos y leyendas
Aquí no vas a coleccionar otro pirata random número 47. Sea of Conquest te suelta una troupe digna de circo pirata. Cada capitán tiene voz propia, pinta extravagante y vestuario como si no les hubieran dicho nunca que el carnaval terminó. Uno con látigo de fuego. Otro sin barba por culpa de una maldición meteorológica. Son un despropósito, y me encantan.
¿Mi favorito? Un cocinero apodado Garfio Carne. Siempre refunfuñando por las raciones, mejora la comida del barco y una vez soltó algo sobre estofado y ratas. No sé si era coña o declaración de intenciones.
Reclutar héroes es extrañamente adictivo. Los alimentas con medallas, los metes en camarotes (que es otro puzle aparte) y los reordenas como un puzzle humano. Algunos suben la velocidad de ataque, otros tapan agujeros, pero la mayoría parece lista para lanzarte una botella si les das los buenos días.
Camarotes, mejoras y una decoración totalmente cuestionable
Tu barco tiene habitaciones. Y esas habitaciones piden… gracia. ¿Quieres un bar? Bien. ¿Una capilla? Pues venga. ¿Una suite VIP con luces rojas y loros? Eso también existe. Aquí acabas siendo capitán y decorador a la vez. No voy a decir la cantidad de tiempo que perdí colocando alfombras.
Cada habitación aporta mejoras según el tipo de personaje que tires dentro. ¿Te toca un curandero? Al hospital. ¿Un tipo duro? Al gimnasio de a bordo a ver cómo suben los numeritos. Es media estrategia, medio Los Sims versión pirata. Y oye, tiene su cosa.
También hay bañera. La mía la planté en la cubierta de arriba. No sé por qué. Satisfecho me hallo.
Batallas, niebla y monstruos marinos
Las peleas van en tiempo real sobre el mapa. Elige a quién molestar, lanza tu flota y prepárate para el espectáculo: cañonazos, cajas flotando, botines volando. Incluso puedes pilotar tu buque principal si te pica el ansia.
Al principio vas a por piratillas, escoltas cargamentos sospechosos y le pegas un puñetazo en el hocico a algún bicho marino. Pero sí, tarde o temprano aparece un notas con barco nivel 98 y tu pantalla queda reducida a cenizas. Eso va en el pack.
¿PvP? Opcional. Puedes pasar. Limítate a rutear, coger recursos y gritarle a la IA cuando te llame "caza-gaviotas." (Te llamará así. Varias veces.)
Únete a un gremio o navega en solitario como leyenda
En algún momento el juego básicamente te grita "¡métete ya en un gremio, hombre!" Y razón no le falta. Ahí es donde empieza el cachondeo de verdad: peleas por puertos, eventos chungos, broncas multitudinarias. Me uní a una panda llamada "Los Pepinillos Salados." El nombre les pega.
Los gremios planean asaltos, se tiran pullas en el chat, discuten por banderas cual consejo escolar flotante. Si te pone el salseo con trabajo en equipo, bienvenido a bordo.
¿Día tres? Nos atacan mientras transportamos suministros. Perdimos todo. Alguien gritó en Discord "¡Soltad el kraken!" No había kraken. Pero mereció la pena igual.
Entra, agarra botín y repite
Lo del checklist diario está. Entrar. Subir un camarote de nivel. Molestar a una tortuga. Pillar botín y desaparecer. Pero siempre hay algún evento surrealista: carreras de barcos por un gorro ridículo, recoger 100 botellas antes de que pestañees…
Los eventos van variando. A veces luchas contra fantasmas, otras te lanzas a toda velocidad cruzando el mapa a por cajas. Otras ni sentido tiene. Y se agradece.
Lo que mola es lo poco estructurado que se siente todo. Hay días que entras cinco minutos y días que te tiras una hora reorganizando camarotes cual IKEA acuático. Sin remordimientos.
Hablemos del tinglado de las esmeraldas
Las esmeraldas son la mandanga premium, y sí, están en todos lados. Te caen algunas por misiones, pero la tienda te menea bundles en la cara con más insistencia que un comercial de aceites milagrosos.
Al principio pasas. Pero luego te tientan las reparaciones exprés. O ese héroe que lanza bombas y suelta frases de Shakespeare. Sí, yo también caí.
Al final piqué. Compré el pack de inicio. Me dieron marineros de refuerzo y una skin de bañera. Cero arrepentimientos. Qué bañera, madre mía.
Reflexión final desde la hamaca de cubierta
Sea of Conquest te lanza de todo, y lo raro es que casi todo encaja. El arte tiene rollo, los personajes están como cabras, los combates pegan fuerte y el mundo parece sostenido con cuerdas y cotilleos.
Es caótico, desastroso y, por momentos, brillante. Llegas por actualizar el barco y acabas eligiendo cortinas.
¿Que si vienes por la gloria, por redecorar una tasca flotante o por gritar "¡arrr!" al primer guiri que veas? Aquí siempre hay niebla y lío esperándote detrás.
Asegúrate de que tu barco flote, que la tripulación proteste y que tu cocinero nunca esté demasiado callado. Ahí sí que es para preocuparse.